jueves, 28 de julio de 2011

LA PROTECCIÓN Y CONSERVACIÓN DE LOS CONJUNTOS HISTÓRICOS EN LAS CARTAS INTERNACIONALES


             A partir de la Carta de Venecia (1964) comenzó la preocupación por la conservación de los monumentos y sitios urbanos o rurales, considerados como "testimonios vivos de sus tradiciones seculares". En el caso de España, por aquellos años se inició el auge de la construcción, que afectó muy negativamente al patrimonio cultural y natural. Esto unido al boom turístico, provocó un exagerado desarrollo de la construcción en los núcleos urbanos. Muchos edificios se degradaron por la pérdida de su uso original ante la marcha de la población autóctona a las zonas periféricas, y la consiguiente transformación de los paisajes culturales.

Paralelamente a este fenómeno, la preocupación por el monumento fue ampliándose paulatinamente, pasando del edificio a su entorno. Estos cambios en el concepto de patrimonio se han plasmado en diversos documentos específicos que debatían los criterios de conservación de las ciudades históricas y sus cascos urbanos. El primero de estos documentos fue la Carta de Quito de 1967, en esta carta, se pone un gran interés en la problemática de los Cascos Históricos y en las relaciones económicas y sociales de los mismos. Esta carta tuvo como objetivo revitalizar los centros históricos, que definía como "aquellos asentamientos humanos vivos, fuertemente condicionados por una estructura física proveniente del pasado, reconocibles como representativos de la evolución de un pueblo" y declaraba que la conservación de los centros históricos no debe consistir sólo en preservar su carácter histórico, sino también en dotarlo de infraestructuras y servicios para su desarrollo, con el fin de que sean habitables.

Tras la Carta de Quito se analizaron las distintas problemáticas vinculadas a los cascos históricos, ya que los factores implicados en estos análisis han ido ampliándose para incluir elementos como el entramado social que habita estas zonas, los problemas de uso, el componente económico y comercial, ... Algunas de estos factores aparecen ya tratados en 1976 en la Recomendación de Nairobi, relativa a la Salvaguardia de los Conjuntos Históricos y su Función en la Vida Contemporánea.

Dada la gran complejidad del asunto y la problemática derivada, se redactaron diversos textos más como la Carta de Noto, acuerdo internacional de 1986 que se centra de forma especial en la recuperación de los centros históricos y su aplicación al territorio italiano, haciendo especial referencia a la importancia de la formación de los especialistas en el ámbito de la conservación y restauración y en la multidisciplinariedad de todos los proyectos de conservación y restauración.

La Carta Internacional para la Conservación de Poblaciones y Áreas Urbanas Históricas fue adoptada en la Asamblea General del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) en Washington D.C., en octubre de 1987. En ella se complementaron los principios expuestos en la Carta de Venecia y se atiende de forma más pormenorizada a la protección y conservación de los centros históricos.

En esta carta del ICOMOS de 1987 se insiste en revitalizar los cascos históricos, pero adaptándolos a la vida contemporánea. Entre las actuaciones que propone destacan las siguientes:

- Conservar y valorar los edificios históricos.
- Recobrar el tejido urbano de las calles, plazas, viviendas, jardines y huertos.
- Respetar la morfología y estética de los edificios: dimensiones, altura, volumen, color, etc.
- Recuperar las relaciones de la ciudad con su entorno natural y artificial.
- Recuperar las funciones propias de una ciudad contemporánea.


La no aplicación de estas actuaciones ha hecho peligrar muchos centros históricos, pues sus habitantes se iban a las nuevas áreas de expansión huyendo de precarias condiciones: dimensiones inapropiadas, condiciones sanitarias muy deficientes, ausencia de infraestructuras, etc, en definitiva, una merma en la calidad de vida. Al mismo tiempo, ciertas actividades que se hacían en el centro histórico se han trasladado, por lo que se pierde el dinamismo urbano, y consecuentemente se produce un desarraigo de la población autóctona con su casco histórico, y por ende con su patrimonio cultural e identitario.

A tenor de lo dicho y de forma más amplia, se formulan una serie de criterios para la conservación de los bienes urbanísticos a partir de la Carta Internacional para la Conservación de Poblaciones y Áreas Urbanas Históricas del ICOMOS:
  • La conservación de las áreas urbanas históricas sólo será eficaz si se integra en una política coherente de desarrollo económico y social, tomando en consideración la planificación territorial y económica a todos los niveles. No se puede ver la ciudad histórica sólo desde el punto de vista de la recuperación estética, sino que se han de tener en cuenta todas las actividades que se llevan a cabo en ella y sobre todo, sus habitantes. Cuando un entorno bien conservado pierde su vida propia, desaparece también una parte importante de su valor.
  • Los valores a conservar son el carácter histórico de la población y todos aquellos elementos materiales e inmateriales que determinan su imagen, como son la forma y aspecto de los edificios, el trazado urbano, la relación entre población y entorno. Cualquier amenaza a estos valores, compromete la autenticidad del área urbana y supone un empobrecimiento del patrimonio.
  • La implicación de la ciudadanía es imprescindible para conseguir la conservación del conjunto histórico, ya que ellos son los primeros responsables.
  • Las intervenciones en poblaciones y áreas urbanas históricas, se han de realizar con prudencia, método y rigor.
  • La planificación de la rehabilitación tiene que estar precedida de estudios interdisciplinares. Se tiene que incluir un análisis de datos arqueológicos, históricos, sociológicos y económicos y se tiene que intentar conseguir una relación armónica entre el área urbana / histórica y el conjunto de la población. Este plan de conservación determinará los edificios o grupos de edificios que se tienen que proteger totalmente, o los que se tiene que conservar sólo en parte, o los que excepcionalmente podrán demolerse. Este plan tendrá que contar con la adhesión y el apoyo de sus habitantes.
  • Permanente mantenimiento de las edificaciones.
  • La mejora del hábitat tiene que ser uno de los objetivos básicos de la conservación, ya que la sociedad ha de ser la usuaria de la ciudad histórica. Excepto en casos excepcionales, no tiene sentido conservar edificios-museo o edificios-escultura sino que tienen que ser habitables.
  • Es importante la difusión del conocimiento sobre el patrimonio de la ciudad para que la población lo valore.
  • La circulación de vehículos deberá ser estrictamente regulada.
  • No se permitirá que las carreteras o vías de circunvalación entren en las áreas urbanas históricas.
  • Sensibilizar a la población infantil y juvenil sobre el valor y la importancia del patrimonio cultural a través de programas y talleres educativos.

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