martes, 14 de febrero de 2012

PATRIMONIO Y DESARROLLO TERRITORIAL. Por Jesús Castillo Oli (Fundación Santa María la Real)

Fotografía FSMLR: exterior de la iglesia de Santa María la Real de Cillamayor (Palencia).

Los cambios económicos, sociales y culturales que experimenta nuestra sociedad inciden de manera notable en la opinión y valoración que esa sociedad hace de su Patrimonio.

En la actualidad entendemos el Patrimonio como referente identitario de los pueblos, pero también somos conscientes de su potencial valor como recurso de desarrollo cultural y económico. Ésta nueva percepción se aleja bastante de planteamientos anteriores, que veían en el Patrimonio una pesada carga y un gasto inabarcable.

Sin duda, uno de los indicadores de desarrollo social de una nación es cómo mantiene su Patrimonio. Cuanta más demanda social haya sobre el pasado o la historia, más recursos y mejores políticas dedicará la administración a salvaguardar sus principales hitos culturales. Los distintos países europeos son buen ejemplo de ello, y prueban las posibilidades de desarrollo económico y laboral que puede generar el Patrimonio.

Ahora bien, parece interesante plantearse cómo ha pasado el Patrimonio Histórico, en un espacio de tiempo relativamente corto, a suponer un importante recurso y no una carga insoportable.

Para responder correctamente a esta cuestión podemos establecer una analogía entre el Patrimonio y cualquier materia prima. En este sentido, el Patrimonio posee muy buenas cualidades, por ejemplo, es imposible de “deslocalizar”, lo que siempre es ventajoso para los territorios donde se encuentra. Sin embargo, requiere de una continua inversión. Como sucede con otras materias primas, para que adquiera un valor añadido es necesaria una manufacturación. Es decir, para que los bienes culturales adquieran el grado de recurso deben ser sometidos previamente a un proceso de transformación. ¿Cómo se transforma un bien cultural? En pocas palabras, podemos decir que el proceso pasa por la realización de estudios encaminados a su tratamiento, difusión y protección. Pasos obligados para su correcta gestión y aprovechamiento en pro del desarrollo.

En esta fórmula han trabajado históricamente las administraciones a través de múltiples iniciativas de investigación, restauración y difusión de monumentos. Sin embargo, la mayoría de estas iniciativas, si bien rigurosas y competentes, abordaban la restauración monumental caso a caso, de manera individual, sin establecer directrices comunes a grupos determinados de monumentos con características propias. Por otro lado, la restauración caminaba sola sin interrelacionarse con otras disciplinas, ajena a lo que ocurría a su alrededor, obviando aspectos socio-económicos fundamentales para entender el monumento en el momento exacto de su restauración.

En los últimos quince años se ha desarrollado profundamente el sector del Patrimonio y la forma de afrontar las intervenciones. Uno de los principales avances ha sido otorgarle a las actuaciones un planteamiento más territorial. Hemos tomado conciencia de que es innegable que los bienes culturales están asociados mediante múltiples lazos a una realidad geográfica y humana. Este hecho ha de tenerse en cuenta en todos y cada uno de los proyectos que se lleven a cabo.

Un ejemplo claro de esta nueva concepción territorial del Patrimonio lo encontramos en el Plan de Intervención Románico Norte, promovido por la Junta de Castilla y León, que afecta a un conjunto de 54 iglesias románicas situadas en lo que un día fue el territorio histórico de la Merindad de Aguilar de Campoo. El proyecto, concebido con una óptica territorial e integradora, está suponiendo un importante reporte de desarrollo socioeconómico para las poblaciones implicadas. Los vecinos participan activamente de la restauración, siguiendo el transcurso de los trabajos y asistiendo a las reuniones explicativas del equipo técnico.

Además, se sienten parte de un proyecto conjunto que está consiguiendo devolver a sus iglesias, a sus templos románicos el esplendor que perdieron con el devenir del tiempo y les está dotando de una identidad común. La gente empieza a hablar de “Románico Norte” como una marca, como una seña de identidad, como un recurso, que merece la pena potenciar y difundir.

Las nuevas tecnologías están permitiendo, por otro lado, controlar mejor la seguridad de los templos y prevenir posibles incidencias o alteraciones, convirtiéndolos en un referente de restauración a nivel europeo.

Este cambio en el concepto de Intervención en el Patrimonio se está consiguiendo gracias al compromiso de entidades como la Iglesia, empresas, fundaciones y, especialmente, las diferentes administraciones, algo realmente loable en los tiempos que corren. Su colaboración e implicación ha permitido desarrollar con éxito este modelo y replicarlo en otros proyectos similares a Románico Norte en otros territorios de Castilla y León (Soria Románica y Zamora Románica) o en otras regiones (Galicia, Cataluña, Castilla – La Mancha…). Siempre con el objetivo compartido de buscar un desarrollo social y económico en los territorios donde se sitúa el Patrimonio. Un desarrollo que debe ser, además, sostenido y sostenible, basado en lo que entendemos son los principales activos de un territorio: su Patrimonio, su paisaje y sus gentes.

Jesús Castillo Oli,
director del Dpto. de Conservación del Patrimonio Fundación Santa María la Real

Fuente: Fundación Santa María la Real

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