Museo Guggenheim de Bilbao
A mi modo de ver, la importancia de la
arquitectura del edificio, como contenedor de la colección del museo, es
fundamental desde el punto de vista formal, ideológico/ simbólico, pero siempre que sea en equilibrio con su
finalidad y utilidad funcional, dado que no se debe perder de vista su
aplicación práctica materializada en la adquisición, conservación, estudio,
exposición y difusión del patrimonio material e inmaterial de la humanidad con
fines de estudio, educación y recreo.
A la hora de concebir la edificación del museo
debe tomarse como premisa la funcionalidad
del espacio museístico, en consonancia con una construcción que conjugue
armónicamente la singularidad
diferenciadora de su arquitectura con el contenido de la misma. En este
sentido, la creatividad y la sensibilidad del arquitecto son cruciales a la
hora de articular el planteamiento del contenedor que albergará la colección.
Entiendo que el protagonismo del elemento arquitectónico
es pernicioso para el contenido expositivo, siendo lo ideal la implementación
de una coherencia dialogante entre el edificio y la colección que en él se
presenta. Atendiendo a lo dicho, la construcción, si se concibe un museo de
nueva planta, o la rehabilitación y adaptación al nuevo uso, si se trata de un
edificio histórico, debe impregnarse del
carácter simbólico de su arquitectura, pero siempre en consonancia con la
funcionalidad que debe tener la institución museística, conciliando la arquitectura
con la eficacia museográfica en el discurso/diálogo expositivo, para hacer del
museo un edificio emblemático a la vez
que un espacio idóneo que favorezca la conservación, estudio, exposición y
difusión de las colecciones.
Por su parte, en el caso del Guggenheim de Nueva
York o Bilbao, obra de los arquitectos Frank Lloyd Wright y Frank Gehry
respectivamente, es evidente que los arquitectos no atendieron ni pensaron,
como se debiera, en las colecciones de
arte que los edificios iban a exponer, sino que se centraron en el edificio y
su arquitectura. Obviamente, su construcción, con estilo propio, es formidable, distintiva y sugerente, pero
para la exposición de las obras, en muchos casos es complejo y poco funcional,
perjudicando con ello la eficacia y flexibilidad de los discursos.
La funcionalidad del edificio no está reñida con
el simbolismo de su arquitectura, por ello entiendo que los museos tienen que
seguir teniendo ese carácter sagrado
(mueso-templo), puesto que “dan cobijo” a nuestros tesoros artísticos, a
nuestro patrimonio, a nuestra herencia cultural. Sobre esto, he de matizar que
el carácter místico y contemplativo de la arquitectura de los museos no
comporta limitaciones para su sociabilidad, es decir, la concepción
arquitectónica no es condicionante para la accesibilidad de público al museo,
siendo más bien el proyecto museológico y su aplicación museográfica las
verdaderas claves para la democratización de la cultura derivada de los museos,
en este sentido cobran especial importancia las estrategias y los discursos (progresivos para la
interpretación) que se plantean para hacer accesibles y dar a conocer las colecciones expuestas a todos los
públicos.
Es evidente que la arquitectura juega un papel
importante, al convertirse en un contenedor llamativo como objeto de visita
para acceder a las obras artísticas que en él se exponen y dan cabida,
reforzando el papel de la institución por su reconocimiento académico cultural
y social, y también sin olvidar que el museo se ha convertido en un medio de
comunicación y educación informal.
© MiCoVi
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